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viernes, abril 19, 2024
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Caligrafía de los sueños

La grafología, dicen, estudia y describe la personalidad. A partir de la escritura se observan determinadas características del carácter: emociones,  inteligencia y otras aptitudes… Pero esto puede ser un camuflaje donde se enseña sólo la mitad, verdades dobladas, compra y venta de ignorancia que juega con el arma de la credulidad, ese analfabetismo esclavo que alimenta la mauvaise foi, como pensaron Beauvoir y Sartre. Una fábrica de mentiras que se aprovecha de la innovación y el márquetin para convertirnos en extraños. Quien escribe bien no siempre es buena persona. Es más, a la grafología, dicen, se la suele distraer con trampas, nada inocentes, agitadas con banderas sólo para privilegios e impunidades. Porque el problema de muchos que tienen poder siempre es el mismo: conseguirlo, mantenerlo y  aumentarlo, cueste lo que cueste. Los dominantes se mueven en secreto o haciendo ruido, según convenga.  Con sus sabios clandestinos, con sus ídolos de plata y oro,  del “sálvese quien pueda”, sólo importa que las ruedas avancen en su engranaje moral de predicadores, gases de acero, desfiles de sirenas, trapos de lujo, carbón; Dios padre y llaves del reino, canta el gran Joan Manel Serrat sobre versos de Mario Benedetti.

Pero hay mucho más imperios: España es el país con más proxenetas de Europa, comenta la socióloga Rosa Cobo. También manos fácticas corrompen instituciones públicas, cámaras de comercio y agrupaciones políticas. Mecánicas judiciales con miradas extrañas (7 de cada 10 juicios de abusos sexuales a menores acaban en absolución). Una política burocrática de formularios para rellenar y teléfonos que nunca contestan;  tan eficiente en denegar salidas, tan lenta en pedir cuentas (los desahucios  siguen, la renta vital estancada, el modelo laboral de precariedad –de autónomas, de temporales- en auge).

La desinformación es otro tipo de guerra. Posverdades: si me va bien no importa que sea cierto. Lo que se oculta supera las causas. Hace años, gracias a las madres gallegas, pudimos comprender que las desgracias de la adicción y sus familiares estaban muy atadas a la violencia suspendida de los narcotraficantes. Palabras que se desgastan en una pena grande. Ahora se debate entre la subsistencia de la mayoría o  que la presión fiscal no sea excesiva, se habla de las donaciones de comida de Caixa Bank, de los servicios sociales impotentes, de la salud mental atrapada. Vivimos en tiempos de 30%: de la tasa de paro, de la pobreza infantil, de familias monomarentales  sin medios… Cuando entra en crisis el sentido de la existencia. El fruto amargo de lo que otros deciden.

Pero más abajo, hacia el fondo del horizonte, en una esquina, el arte del trazo es una danza musicada por las letras. En ocasiones son garabatos que transmiten la esperanza de un  milagro que ocurre de cuando en cuando. En su Caligrafia de los Sueños, el  enorme Juan Marsé recrea a unos seres que muestran que es  posible vivir en un mundo paralelo y atractivo abandonando la grisácea existencia cotidiana. En ese mundo vencido se debaten propuestas de resignación junto a otras sobre la obligación de ser felices; los  argumentos son sencillos: gente a quien mirar, a quien escuchar, orientar y acompañar. 

Con toda su pobreza disponible, con una fe casi veterana, cada una desde su escondite, sigue existiendo gente feliz. Esos locos bajitos -poema de Horacio Salas- que aún creen en la decencia común, en el apoyo mutuo, en la dignidad del futuro.

Francesc Reina

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