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miércoles, diciembre 11, 2024
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Un lugar sin nombre

No es de extrañar que haya un sentimiento de enojo amplio sobre el ninguneo que se le hace a la ONU al ser, sólo, un lugar de trámite cuando las cosas se agitan, igual que pasa cuando un forúnculo nos obliga a ir al médico. Lo cierto es que lo que allí se habla no parece vinculante (existe una amplia polémica sobre el tema), en las últimas declaraciones de su secretario general se afea a los gobiernos ciertas actitudes “criminales” ante la falta de compromiso por la sostenibilidad del planeta, son un claro ejemplo.

La arrogancia de algunos hace difícil expresar libremente lo que se piensa cuando vuelven con el cuento de siempre: el fin justifica los medios. En el festival de la información, la manipulación es la antesala a la cultura de las mentiras: propaganda y miedo, entre otras. Donde no se respeta el verdadero sentido de las cosas, todo se convierte en un eslogan que los tecnócratas utilizan para provocar autoengaño y doblegarnos a los intereses económicos. La belleza, en sus manos, suele ser una trampa para fomentar sus particulares valores.

El silencio es una herramienta que deshumaniza y excluye, tal vez sea por eso que en los bares y en las cenas familiares es donde más se habla, porque no se puede hacer nada para demostrar nada y aunque la parroquia siga atenta a lo que pasa con toda la rabia (o la complacencia), con indiferencia (o radicalidad), entre vinos y café, la mayoría seguimos sumergidos en el mutismo social que invade.

Las personas que tienen esperanza no dejan de ir hacia adelante, y aunque el futuro es oscuro, como reconocía Virginia Woolf, no hacen falta narrativas desalentadoras, ya las conocemos. Hablar de esperanza es complicado, explica Rebecca Solnit, convencida de que el ser humano puede ser mucho mejor, incluso en los desastres, plantando cara al canibalismo y la cobardía del “sálvese quien pueda”, para engrandar la nobleza de la solidaridad. La voz es el artilugio que permite ayudarnos; sin embargo, habrá que señalar donde nos duele, de no ser así, jamás podremos abordar la realidad más allá de acumular un mediocre puñado de días frustrados.

La cumbre del clima de Egipto aumentó en un 25% la presencia de lobbies, es decir, de grupos de presión que condicionan las decisiones políticas. Esas multinacionales que alimentan las grandes crisis, la climática y la energética, han estado presentes aprovechando el momento para ocultar sus marcas contaminantes. Mientras lo falso vuela, lo cierto llega cojeando, las coincidencias no existen. Mentir bien a la población no es cosa que se improvise, es un arte con todas sus reglas.

Nuevamente la dictadura del mercado. Al igual que la ONU, 27 años de cumbres por el clima sin acuerdos vinculantes, con sus consensos inalcanzables. Carsten Jensen, galardonado crítico literario y activista danés, escribió poco antes de ser detenido: “El último discurso que doy antes de convertirme en un criminal”; si creen que sus hijos tendrán una vida como la que ahora tienen, se equivocan”.

Francesc Reina

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