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viernes, abril 26, 2024
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Metáforas del sueño

En su documental “La teoría sueca del amor” (probablemente sea más correcto usar el término felicidad), el italiano Erick Gandini  hace una crítica precisa al revelar que Suecia, considerada un modelo para muchas instituciones, erró en su aspiración por llegar a alcanzar la sociedad perfecta. Se trataba de que ninguna persona —mayor, menor o enferma— tuviera que depender de otra para subsistir.

Mientras en los países pobres la preocupación se dirige a lo más básico: salud, hogar o agua, en los países ricos las necesidades de ciertos sectores de la población estriba en mirar por ellos mismos, un proyecto de autorrealización apoyada en aspiraciones sucesivas. Ser autosuficientes es el lema. La socialdemocracia diseñó una de las mayores operaciones de su historia al planificar una expectativa de liberación individual apoyada por políticas sociales que rellenarían todos los huecos posibles para mayor alegría del cambio.

Pero, paradójicamente,  los Estados protectores con pretensiones muy solidarias crearon una ciudadanía muy individualista; las agrupaciones más libres no parece que sean expertas en liberarnos. En el territorio nórdico, al no necesitarlos, se había ido prescindiendo de parientes y amistades, aislando los contactos humanos para reducirlos a la más mínima expresión. El efecto fue inesperado, cegados por su afán de independencia, asumieron una vida autónoma. Pero el proyecto se redirigió hacia una comunidad egocéntrica que fomentó la distinción y la intolerancia, sustituyó a la familia y las amistades como redes de protección, conduciendo las relaciones al aislamiento.

La ética es una estética de la existencia, ser en armonía, decía Foucault. El gran descuido de los que promueven el amor a sí mismos es que no tienen ni idea sobre de qué depende la felicidad. Merece la pena tener en cuenta eso que llaman la vinculación de reciprocidad, lo que los antiguos griegos llamaron PHILÍA, un sentimiento que abarca todos los campos de los afectos, más allá de lo que hoy entendemos por «amistad». Aquí  hubo un tiempo que a esto le llamaron mutualismo, cooperativa, incluso socialismo (lejos del actual). Es quizá el cultivo de esta emoción una de las llaves para construir refugios frente al desamparo originario que marca nuestra condición existencial. De los seis parámetros que miden el bienestar mundial, según el World Happiness Report, la mitad están relacionados con la confianza, el apoyo social y la generosidad.

Vivir en soledad tras una puerta cerrada no permite soñar bien. Existir sin soñar es muy grave. La pesadilla es un periodo perturbador en el que es fácil tomar la decisión de no volver a dormirse nunca más con el fin de evitarla. El dolor del ser humano es el cuerpo estremecido en lo vulgar, en la nostalgia, en el miedo y la rabia, entre la derrota y la angustia. Desazón, sufrimiento, enfermedad, lesión, esa es la dinámica del fatal divorcio con la esperanza.

La plaga de la incomunicación perjudica seriamente la salud. Altera el sueño, esa parte integral de nuestra energía, necesidad básica para la subsistencia. No dormir disminuye la energía. La acorta: los reflejos, el rendimiento intelectual,  las funciones neurológicas, inmunológicas, aumenta el riesgo de estrés e infarto, provoca diabetes; malogra el ánimo, la ansiedad e irritabilidad (no todo va a ser beber), invita al abuso de antidepresivos, escarba hacia la demencia. 

Sabemos que sin trabajo no hay recursos, pero existe un factor determinante que desencadena otros relatos que disparan con certeza. Los suicidios a causa de la crisis económica, terrorismo financiero le llaman, ocultan con vergüenza los miedos que ha generado el desgaste institucional (ahora pasa con la luz) por la especulación de la vivienda y los desahucios. ¿A quién pedir ayuda? El sindicat de llogateres, Las plataformas contra los desahucios, se duelen de no llegar a tiempo para ayudar: muchas personas no pueden acreditar su pobreza ante la administración, ni quieren (o no saben) hacerla pública.

Ser feliz significa superar las dificultades, enfrentarse a los problemas.  Es algo que se pierde cuando el confort crece, dice Zygmunt Bauman. Habrá que esperar, tal vez, a dar un paso para empezar a  denunciar como indecente, insostenible e insolidaria, la actividad suntuosa de unos pocos.

Francesc Reina

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