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viernes, marzo 29, 2024
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Ladrones de sueños

Pedía el gran Gianni Rodari, el fabuloso creador de Gramática de la fantasía que los sueños y la esperanza fueran reales, como las flores, y que en la Luna y en la Tierra se dejara paso a quienes sueñan.

Por las geografías de la desigualdad suele pasear quien se dedica a robar ilusiones, tal vez porque no han tenido el valor de conocerse a sí mismos ni ponerse en otras pieles. Hurtan esperanzas, como si en lugar de abrir nuevos caminos pusieran rejas en las puertas. La incertidumbre: la burocracia de los ingresos mínimos, las vacunas que no llegarán ni a la mitad de la población mundial, los dos mil muertos en nuestro Mar; un riesgo alto de pobreza, el paro juvenil, el impune negocio de la vivienda, las madres sobrecargadas… La cultura de la fatiga.

Pero se sabe que los grandes cambios, los grandes descubrimientos, los grandes inventos  comenzaron tras muchos anhelos. La caligrafía de la esperanza se rellena a veces con letras tristes. Algunos piensan que se forja en las cartas que la infancia pobre escribe a los reyes magos o a Papá Noel  y se deposita en caritativos buzones de orquestadas campañas que se suman, por estas fechas, a las colas del hambre. Pero el poder de la ficción suele ser un buen cobijo para la desesperada soledad de afanes que no siempre parecen importar. Por eso Aserinsky trabajó tanto en las geometrías de la vigilia infantil donde descubrió un capazo cargado de ternuras, amor, humor, la tenacidad por los retornos.

Seguimos retenidos en una quimera paradójica, lo decía el gran Galeano: sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva a cántaros la buena suerte; pero ni en lloviznita cae,  por mucho que la llamen o empiecen el año con el pie derecho. Ahí siguen los dueños de nada, los hijos de nadie (resulta patético que se siga diciendo que la suerte no existe y que todo se debe al esfuerzo; lo acaba de decir el gran George Clooney:  “al final, todo es suerte”.

En ese empeño por cazar instantes de ilusión deberíamos intentar que los niños tengan buenas ensoñaciones, que duerman bien para que sus procesos de aprendizaje y su memoria afectiva sean de calidad, que las niñas tengan condiciones ambientales, higiénicas, alimentarias y familiares que hagan de sus aspiraciones búsquedas de creatividad emocional. Que la REM les llegue sin pagar peajes, sin tener que sufrir filas de indignidad, sin tener que perder capacidad para los más íntimos recuerdos. La negación de la magia es la amnesia.

Fabular sobre los deseos es una reflexión sobre la  posibilidad de vivir en un mundo paralelo y atractivo abandonando la grisácea existencia cotidiana, allí donde la gente menuda –la gente pequeña- se pueda crear sus propios ideales a pesar de este mundo negro e imposible.

Un eslogan del mayo francés rezaba: seamos realistas, pidamos lo imposible.

Francesc Reina

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