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jueves, marzo 28, 2024
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Pedro Sánchez dice “Franco” y acierta

Ayer, 12 de marzo, escribí “Sánchez dice Franco” en el buscador de Internet y todas las noticias que aparecían en la primera pantalla se referían a años anteriores y versaban sobre la exhumación de los restos del dictador en el que siempre será su Valle de los Caídos, pues los que pretenden resignificaciones, por mucho que lo intenten, nunca consiguen cambiar las verdades.

Acto seguido escribí “Sánchez ultraderecha Franco” y las noticias de la primera pantalla correspondieron entonces a antes de ayer y estaban relacionadas con el acuerdo entre Vox y PP para formar gobierno en Castilla y León. 

La primera era de L. Digital, la de J. Losantos, y se titulaba “Sánchez se declara ‘triste’ por el pacto de Mañueco y cita a Franco para atacar a Vox”, de donde deduje que, mientras mucha prensa políticamente correcta decidió no destacar el “Franco” pronunciado por el presidente, a uno de los provocadores mediáticos más multados por abusar del insulto le interesó transmitir que la palabra “Franco” constituye un elemento diferenciador en los “ataques” que los políticos españoles se regalan cada día para que sigamos atentos a un teatro que, quizás, está finalizando la función que comenzó hace más de 40 años.

Esto de decir “Franco” para “atacar” a un partido como Vox me recuerda la conveniencia de llamar a las cosas por su nombre, y que el que elijamos defina de manera precisa aquello de lo que estamos hablando. Por ejemplo, si advertimos a alguien que tiene una avispa en el cuello no le decimos “tienes un insecto en el cuello”, aunque sea verdad, sino “tienes una avispa en el cuello”, y reaccionará con más conocimiento de causa para evitar la picadura.

Hasta lo de Sánchez diciendo Franco de nuevo, desde que se ha sabido que Núñez Feijóo estrenará la presidencia del PP con uno de Vox en la vicepresidencia del gobierno de Castilla y León, solo había escuchado llamar “ultraderecha” a los de Vox en los medios de comunicación a que me refería. Al margen, da que pensar el Abascal que hace un mes proclamaba la “cara de vicepresidente que se le estaba poniendo” a su candidato, una amenaza más que insinuada de noche electoral que, sin duda, un PP debilitado por la peor crisis de toda su historia ha ayudado a convertir en realidad. 

Abascal y los suyos pertenecen a la ultraderecha españolista, pero el nombre que permite diferenciarla de otras especies de las que pueblan la misma tendencia política es el de “franquista”.

Desde aquel exceso, repetido en el Congreso, de que el de Sánchez era el peor gobierno en 80 años, hasta las muchas ocasiones en las que los de Vox, la mayoría en compañía del PP, se han negado a participar en homenajes a los represaliados por el franquismo, son innumerables las ocasiones en las que ambos partidos han confirmado su elección por los colaboradores con el golpe del 18 de julio y la dictadura, pues no es posible estar con las víctimas y con sus asesinos al mismo tiempo, y tanto el PP como Vox se colocan, salvo excepciones, siempre del lado de los segundos. Cómo no recordar a Rajoy presumiendo de no haber gastado ni un euro en el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica. 

De repente, y en medio de tanto equilibrio para no llamar a los de Abascal por su nombre más preciso, ha ocurrido que Donald Tusk, jefe de los «populares» europeos y antes presidente del Consejo de Europa, reaccionó con dureza, llegando a afirmar que “Pablo Casado era la garantía frente a Vox”, lo que nos ha permitido descubrir quien le ayudaba más con tanto viaje del aún presidente del PP por Europa para desacreditar a Sánchez y su gobierno.

Probablemente espoleado por Tusk, lo que Pedro Sánchez declaró acto seguido fue que “hemos visto en una agencia de información internacional un titular muy grave, y es decir que la ultraderecha, por primera vez desde Franco, va a poder participar en un Gobierno autonómico. Esto es lo que piensa el mundo de lo sucedido en Castilla y León”.

A pesar de que nadie puede negar la existencia en España de lo que los expertos denominan «franquismo sociológico», los políticos españoles, incluidos los de izquierdas, llevan estas más de cuatro décadas de monarquía con urnas negándose a llamar por su nombre más correcto, el de franquistas, a los políticos que han ocupado el espacio de la derecha españolista desde la muerte del dictador, como si la política no fuera un destilado de la sociología, en ocasiones de lo peor.

Y es que no hay peor ciego que el que no quiere ver, cuando hasta las casualidades, o no, ayudan a comprender sorpresas como la de encontrar franquistas en un gobierno, tanto tiempo después.

Hay muchos españoles a quienes no les sorprende tanto como a Tusk la composición del nuevo gobierno de Castilla y León, pues es el primer territorio en el que lo consiguen y no solo no han olvidado que Burgos fue la capital que el dictador eligió dos días después del golpe de Estado para su “zona nacional”, sino que incluso es burgalés García Gallardo, quien pronto será vicepresidente de ese gobierno castellano.

Quedamos a la espera de comprobar si, tras la osadía del presidente Sánchez, hay periodistas relevantes que también comienzan a llamar por su nombre más español al partido Vox y a los políticos que lo llenan, en medio de la crisis de un PP que, por mucho gallego que vuelva a dirigirlo, no es fácil que se contenga.

Domingo Sanz

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