Decir la verdad desde la modestia puede entrañar peligro por eso, quien tiene certezas se expone; tomar la palabra en esta posición tiene un coste. «Hay que ser muy valiente para vivir con miedo. Contra lo que se cree comúnmente, no siempre el miedo es asunto de cobardes. Para vivir muerto de miedo, hace falta muchísimo valor, versos de Ángel González.
La idea de que los humanos somos el centro de la vida tiene tintes parecidos, y por lo que fueron condenados, Copérnico y Galileo. No existe persona que no piense que es mejor que una vaca. Ahora somos más los que comprendemos, como suelen hacer los artistas, que los cambios de ideas y de conciencias colectivas resultan evidentes si, con honradez, nos reconocemos como la especie más frágil que puebla el planeta, que hay seres denominados inferiores, por ser diferentes, que hacen cosas extraordinarias con sus colores, olores y formas. Del reino botánico depende la vida entera de la Tierra. Habrá que tenerlo en cuenta y actuar sin el prejuicio animal, comenta Marco Mancuso, botánico: «son una forma increíble de inteligencia las plantas”, representan casi la totalidad de la vida, nos ofrecen una de las pocas posibilidades de tener un futuro si las imitáramos. En vez de competir y matarse, cooperan. La belleza en vez de la fuerza, sostenía Dostoyevski. La simbiosis es la comunidad. Nuestras sociedades siguen la estructura del cuerpo humano: un jefe, que es el cerebro, a la cabeza de una organización vertical donde desde arriba se gobiernan los demás órganos especializados. Esto ya no funciona así; la aparente ventaja que pudiéramos depositar en nuestra velocidad se pierde, inevitablemente, ante tanta duplicación de canales y mensajes; es la lentitud de la burocracia cuando lao importante es la lentitud del progreso. En el orden animal basta que un órgano fundamental sea dañado para que todo el organismo muera. Como especie somos estúpidos, “la nación vegetal no tiene fronteras, todos los individuos son, siempre, recursos, sin costes ni problemas”.
Miguel Delibes cumple 100 años, en su discurso de entrada en la RAE en 1975 pronunció que era imprescindible administrar la vida comunitaria sobre bases diferentes a las que hasta entonces prevalecían. «De no hacerlo así consumaremos el suicidio colectivo en un plazo relativamente breve». A diferencia de la utopía de Tomas Moro que representaba el sueño de una sociedad ideal aún no realizada, la «retropía» es una mirada nostálgica al pasado; como nos advirtió Bauman, la pérdida, lo que se pudo hacer pero ya no es posible. Una generación desorientada, confusa, que destruye el ambiente que respiramos.
Muchas abuelas nos legaron ese gusto por lo verde, mantuvieron esa tradición de gente sabia que miró, que escuchó y habló con Ellas, con las plantas -y los árboles-, siempre cuidándolas para cuidarnos.
Francesc Reina Peral. Pedagogo