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jueves, marzo 27, 2025
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Palacios del pueblo

“Lo más bueno es comprometerse con la vida”, Pepe Múgica.

En su libro Palacios del pueblo, el sociólogo Eric Klinenberg explica que la madurez suele estar  determinada en muchas ocasiones por las actividades que realizamos en los espacios públicos: en centros educativos, sociales y culturales que no limitan la entrada a nadie; servicios que costó mucho conseguir a nuestros padres y a nuestras abuelas para que los encuentros dignifiquen la convivencia. Lugares  para practicar lo accesible, zonas comunes que ayudan a superar las divisiones individuales, allá  donde se puede observar y conservar la identidad a pesar de la diversidad de opiniones: tener en cuenta el incierto origen de las creencias, una gran  fuente de errores que demuestra lo poco que hemos avanzado en emociones. Existen muchos rincones que despliegan puentes entre las diferencias para aprender y enriquecernos: son los esplais y los caus, ateneos, bibliotecas, los patios con árboles y huertos de los colegios, las dinámicas solidarias de las escuelas, parroquias, movimientos vecinales, centros compensatorios y grupos de apoyo a necesidades mal cubiertas, medios de información locales, de comunicación del tercer sector, quioscos, voluntariado… Zonas de pensamiento… Un abrazo.

Hay mucha gente que no hace ruido, hay otra que lo hace para despistar, y algunas voces que se sienten con el deber de hacerlo para que se oiga lo que pasa o se piensa; para no olvidar que compartimos raíces, como nos ha enseñado el reino vegetal (nuestras hermanas las plantas con su actitud micorrizante). Los  grupos altruistas son más inteligentes que los individuales y egoístas; según estudios sobre la felicidad, se trata de establecer un acuerdo con el futuro y  embarcarse para conseguir ambientes amables –y sobre todo justos- hacia el bien común.

Los palacios del pueblo son Zonas de Defensa contra las mentiras y la usura, ayudan a comprender mejor lo que ocurre, en ocasiones son un alivio para tanta contradicción: como la cultura del olvido, como el trato a las “malas hierbas”, como las zonas grises que siempre nos persiguen, tal como explicó Primo Levi (“pasaron 40 años desde la Constitución Española para que un presidente del gobierno llevara flores a la tumba de Antonio Machado”, escribió nuestro poeta Margarit).   

El baile descalzo de infancias perdidas encuentra un sosiego increíble en el llamado Círculo de Familias (qué gran palacio; Borenboim lo ha apadrinado) en el que madres y padres palestinas  y judías se encuentran para llorar la muerte de sus hijos (qué poco se habla del cuidado de las mujeres cuando hace tanta falta).

El Talento colectivo significa, primero, transformar los conflictos en problemas  para después acudir a las capacidades afectivas además de las cognitivas (una gran reflexión de la Escuela de Cultura por la paz: mejorar la comunidad  con métodos de gestión de los problemas). Organizar la inteligencia colectiva consistiría en cultivar la cooperación y evitar los fracasos que produce el fanatismo, la incomprensión, la sumisión, los heroísmos criminales, la ferocidad glorificada y todos sus iconos: lapobreza extrema, la ignorancia, el dogmatismo, el miedo a los poderosos, el odio al vecino con todas sus imágenes que ponen en duda ciertas certezas, asignaturas pendientes como argumenta José Antonio Marina.

El cerebro humano sufre regresiones, habrá que tener esperanza en salvarnos de la estupidez que amarga y empequeñece las posibilidades de la democracia.

Francesc Reina

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