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jueves, abril 25, 2024
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Palabras

No existe una buena teoría que no se manifieste con la técnica, por eso es bueno, decía el profesor Sacristán, acariciar más y manipular menos. La paradoja es que hay técnicas amables que coinciden con teorías destructivas. Darnos cuenta de que casi todo se presenta vestido de bondad debe interpretarse como un aviso para dudar de la propaganda. Habrá que asumir que la teoría y la técnica no siempre van de la mano, debemos recelar de esos espejismos que  jamás se nos mostrarán directamente; la transparencia es una tarea casi imposible.

Trabajar por el bienestar exige cierta coherencia, y no parece muy razonable vivir en una sociedad competitiva mientras se ensalza la educación para la cooperación y la solidaridad. ¿Cuántas veces no nos sorprende la distancia entre palabras y hechos? En algunos casos, sólo habría que usar la autoobservación, la mejor fórmula para tomar conciencia y dominio del yo (para autocorregirnos) y afrontar con justicia los intereses que se esconden mientras los demás pasan necesidades. La política se adaptó, como siempre, a buena parte de esas recomendaciones (recordemos la doctrina del shock). El modelo asistencialista se centró en la atención a una parte de sujetos aislados (concepción fragmentaria de la ayuda), en frente, un sentido comunitario que apostaría por acompañar a la persona de manera integral, valorando el contexto sociocultural como un factor estimulador que facilitaría mayores cambios.

Lo que nos gusta del otro es, en principio, lo que nos satisface de nosotros mismos (y viceversa); de esta forma el marketing empresarial utilizó la teoría del espejo de Lacan para vender sus productos y captar clientes potenciales. «Piensa de otra manera» fue el eslogan americano que nos empujaba cada vez más al consumismo, el modelo Apple clavó su grandeza, gestada años antes, colocando a las personas en el centro de las aportaciones industriales y tecnológicas.

Parece que ésta es una estrategia recurrente, también, en los ámbitos de la ayuda. Pongamos como ejemplo el empowerment, o la social skills, practicas orientadas a la autonomía y responsabilidad bajo la base de una gestión compartida, una estrategia de motivación y promoción que consistiría en la delegar mayores capacidades de decisión. Pero muchas realidades dejan entrever que este tipo de gestión no existe, no facilita lo común sino lo individual, se mueve en círculos intelectuales y empresariales, distantes, clasistas, con ánimo de lucro, que no busca la tan necesaria solidaridad de unos con otros.

Quién está detrás de estas fórmulas puede generar más necesidad de control, donde el celo excesivo y paternalista mantiene un flujo burocrático y centralizado con maneras de proceder lejanas al sentido común que implica una ética de participación y compromiso.

No es fácil, construir políticas decentes es garantizar comunidades y espacios sin miedo al futuro, permitir reducir la distancia en las relaciones, seguir estándares reales del buen hacer. Significa apostar por un discurso modesto (sin frivolidades innovadoras que suelen esconder grandes dosis de hipocresía), caminar en favor de la fraternidad: con habilidades mucho más cercanas a la población, rodeadas de principios que abrazaron las viejas ideas libertarias por el mutualismo y la paz.

Francesc Reina

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