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jueves, noviembre 14, 2024
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Llarena y Peinado, dos jueces poco eficaces

Antes de escribir este título debería haber tenido en cuenta que no conozco las verdaderas intenciones de ambos jueces pues, tal como dice la RAE, “eficacia” es “la capacidad de lograr el efecto que se desea o se espera”, y esta definición se refiere más a lo que puedan desear o esperar quienes actúan, siendo ambos, además, tan “independientes”, que a lo que podamos desear o esperar quienes solo miramos.

Comenzando por Llarena, seguro que usted coincide conmigo en que lo que debería estar deseando o esperando desde hace años es que Carles Puigdemont compareciera ante la justicia española, pues ante otras de Europa lo ha hecho en varias ocasiones y no le ha ocurrido nada.

Pero, sorprendentemente, desde esta misma pantalla en la que leo lo que voy escribiendo abro la del Consejo General del Poder Judicial del día 19 de julio de 2018 y leo el siguiente titular:

“El juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena rechaza la entrega de Carles Puigdemont solo por el delito de malversación. El magistrado destaca la “falta de compromiso” del tribunal alemán que decidió sobre la euroorden dictada contra el expresidente de la Generalitat”.

Soy de la opinión de que aquella decisión unilateral, que sepamos, del propio Llarena, hubiera sido suficiente para que este juez colgara la toga para siempre, salvo que nos demuestre que aquel mismo día veraniego de hace más de seis años recibió un aviso directo desde el cuartel general de la OTAN advirtiendo que, si aceptaba la propuesta del juez germano, enviarían los tanques para liberar por fin a Catalunya de las garras de los borbones sin necesidad de un solo disparo.

No sé si el resto de la carrera judicial de Llarena ha sido tan notable como las de Iniesta o Nadal, cada uno en su deporte y ahora que ambos acaban de pasar página, pero si coincido con ellos les preguntaré si lo han hecho para enseñarle a este juez la manera de retirarse en olor de multitudes.

Mientras tanto, solo me queda pensar que lo que en realidad busca Llarena es ejecutar, él en persona, una “sentencia” que no necesita dictarse: la de la persecución sin descanso del político catalán más importante, además de independentista y exiliado. A fin de cuentas, y descartada la excusa Atlántica, Llarena sabe que, si hubiera aceptado la oferta del juez alemán, Puigdemont se le habría terminado escapando de las manos, aunque fuera para pasar a las de otros jueces hispanos.

Y sigue sin querer hacerlo, pues con su oposición a que se aplique la amnistía porque ahora sí se conformaría con que a Puigdemont se le pudiera acusar de malversación, no solo demuestra la prepotencia que guió su decisión en 2018, sino que pierde la oportunidad de que el ex president de la Generalitat pise el suelo sometido a su jurisdicción, con lo que podría detenerlo al primer tropiezo, aunque sea inventado, que no sería la primera vez.

Por ejemplo, todo hace pensar que le hubiera gustado hacerlo cuando vino a la investidura de Salvador Illa.

Aunque también puede ocurrir que “Llarena” sea el nuevo nombre de “España” y el miedo a una revolución total y ganadora en Catalunya si se produjera la detención de Puigdemont tras ser amnistiado esté presente no solo en su cabeza jurídica.  

Finalizaré pidiendo disculpas por anunciar lo de Peinado, pero la verdad es que comienzas a pensar en Llarena y es un no parar, así que lo del perseguidor más destacado de Pedro Sánchez lo dejaremos para otra entrega, pues también es verdad que hay que darle más tiempo para descubrir lo que realmente pretende.

De momento, sigo sin comprender que prefiriera una negativa a declarar del presidente del Gobierno en lugar de una declaración por escrito que tenía asegurada. Tengo entendido que a este Peinado le queda poco para jubilarse y quizás lo único que quería era conocer el Palacio de la Moncloa en persona.

Se me ocurre aconsejar a Pedro Sánchez que, al igual que se organiza una vez al año en el Congreso, convoque visitas guiadas al complejo de La Moncloa desde donde gobierna. Es probable que, con esta propuesta, consiga reducir la nómina de perseguidores sin descanso que, como Llarena a Puigdemont, parece que solo buscan excusas para poder acosarlo.

Domingo Sanz

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