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viernes, abril 19, 2024
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En busca de un sueño

Este mes de junio se ha celebrado el Encuentro Mundial de las Familias con el tema  «El amor familiar: vocación y camino de santidad»; se destacan frases como: “para preservar los valores de una vida familiar feliz, como son la fidelidad, el amor y la verdad”.

La realidad la conocemos por palabras. Quien sabe hablar la controla aunque éste sea un artefacto que suscita dudas. Adornar los problemas puede conducir a engaños. John Fante, precursor del llamado realismo sucio, describió la recesión de su época de manera desgarrada, seca y tajante. Narró los ambientes humildes del desprecio xenófobo que sufren las minorías; tomó el pulso a las atmósferas que respiraban “ciertas familias” que sufrían para salir adelante por falta de recursos económicos, lo que hace que el ambiente sea tenso, irrespirable, insoportable… Se dice que cuando la pobreza entra por la puerta, el amor sale por la ventana. La realidad que se oculta tras los textos es una moneda con distintas caras.

El papa Francisco ha dicho: “de manera especial rezo por las familias que atraviesan dificultades”. Hay quien piensa que la identidad no existe, que sólo es una construcción de significados. Pero la certeza se oculta tras las intenciones, tapa los naufragios de unas vidas en medio de la intemperie, y ahí comienza todo lo malo. Cuando los lazos desaparecen, el parto suele ser muy doloroso. Hay diversas formas de comprender la sociedad y sus maneras de relacionarse, mientras unos crecen entre algodones, otros llegan con el fruto del fracaso colectivo bajo el brazo, un sintagma siniestro caminando sobre espinas.

En busca de un sueño es la banda sonora de los perdedores. Esos que se rasgan la camisa en nombre de ciertos principios, que tuvieron un padre que pegaba ladrillos de día y soplaba vidrios de noche, que se va al bar con los amigos, que no sabrían hacer nada sin su mujer, una madre que cuenta las monedas y se pregunta qué va a ser de ellos. Hijas que oyen maldiciones, que se van a dormir sin abrir la boca; hijos que presencian peleas y amenazas, que imploran un poco de calma a gritos.

Hijos humildes, de inmigrantes y también de aquí. Historias de una  tristeza maquillada. Ríen, respiran el letargo que deja el televisor, juegan con el móvil… Como las sogas de una marioneta en un solitario valle de luces y ruidos, en lo alto de la colina sus sórdidas vidas vuelan por la habitación, por el piso, en la solitaria pensión donde el desamor y la abundancia de preocupaciones se acumulan en el suelo como las hojas de un árbol. Suena el rumor de unas zapatillas que se dirigen a la cocina, una puerta que se abre y se cierra con llave.

Necesitan casi todo. Al poder sólo le interesa el consumismo. A menudo las cosas se comprenden mejor cuando se releen: ¿qué va a ser de estas niñas, qué va a pasar con estos niños sin tiempo libre planificado?

Francesc Reina

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