Para no perder la perspectiva al amanecer del primer día en el que si algo cambia en Madrid las cifras lo certificarán, pero siempre que las respeten, conviene recordar que estamos hablando de la gran capital que lidera el fracaso en la gestión de la pandemia, a la que todo el mundo, orbi et orbe, observa, mientras comienzan a recordar que “Spain is different”.
Isabel Díaz Ayuso es la indiscutible ganadora de este nuevo e impresentable rifirrafe, mientras el virus seguía progresando a velocidad de crucero.
La presidenta se ha quitado de encima la responsabilidad sobre los resultados de la pandemia. Y también ha logrado, entre otros, los siguientes objetivos:
· Seguir ocupando la Puerta del Sol.
· Mantener la gestión y el control de las cifras de su pandemia, con el amplio margen que eso implica para el juego sucio.
· Durante las “negociaciones” con La Moncloa ha entretenido a los medios para que el goteo de novedades del caso “Kitchen” no monopolizara las portadas. Un favor con el que amarra a Casado.
Pero, por encima de cualquier otro mérito, Ayuso se ha convertido en la heroína de la batalla ideológica a favor del centralismo autoritario, simbolizado con el “ejército” de banderas protegiendo su “Madrid es España” y demagogias similares, un protagonismo que no quería compartir, sino imponer.
La prueba de esta victoria de Ayuso nos la ha proporcionado el propio ministro Illa quien, más contagiado que nunca por el virus españolista*, declaró hace tres días que “la salud de Madrid es la salud de España” tras conseguir una victoria ridícula en la reunión del Consejo Interterritorial de Sanidad. De esta forma, Sánchez ha vuelto a unir el futuro de su gobierno al de Ayuso pues no debemos olvidar que su presencia en La Moncloa nace, únicamente, de la histórica división de la derecha propiciada por el avance de los independentistas catalanes.
En este sentido, conviene recordar que entre las bambalinas de un teatro de desacuerdos que ha proyectado de España la imagen del mayor fracaso en la lucha contra la pandemia, se encuentra el pacto esencial, pero oculto, entre Sánchez y Casado, sustanciado gracias al chantaje político que la misma Díaz Ayuso desveló a finales de marzo cuando declaró que “había apoyado el Estado de Alarma de Sánchez para que los independentistas no remaran por su cuenta”. Para esas fechas, Torra ya había asustado, confinando Igualada por su cuenta.
No se puede llamar precio pagado por Ayuso a la dimisión del Consejero de Políticas Sociales, Alberto Reyero, de Ciudadanos, pues lo sorprendente es que no dimitiera cuando al comienzo de la primera ola le quitaron las competencias sobre las residencias de la tercera edad, para transferirlas a Sanidad, desde donde se dedicaron a dejar que los mayores fueran falleciendo.
De hecho, no parece estar muy preocupada Díaz Ayuso cuando ayer mismo escribió el siguiente tweet: “Desde mañana podrás llegar a Madrid desde Berlín, pero no desde Parla. Gracias por el caos, Pedro Sánchez”. Nunca añadirá la presidenta que la diferencia en el porcentaje de contagiados entre Parla y Berlín es estratosférica.
Pablo Casado es el gran derrotado.
Con tal de mantener la defensa obsesiva de Ayuso, Casado ha tenido que sacrificar hasta la “disciplina de voto” partidista en el Consejo Interterritorial de Sanidad, una pauta que pone descaradamente los intereses del partido por encima de los de los ciudadanos de cada Autonomía. El propio líder del PP se ha atrevido a justificar tal aberración cuando, preguntado por el voto de Castilla y León (PP) a favor de la propuesta de Sánchez, respondió con la simpleza, otra más, de que la consejera de salud de esa autonomía es de Ciudadanos. Se ve que el antiguo “diputado por Ávila” aún no se ha enterado de que los altos porcentajes de contagiados por COVID en Castilla y León tienen mucho que ver con la exportación de la pandemia desde Madrid. De hecho, sufren un 25% más de infectados por cada cien mil habitantes, aunque disfrutan de una densidad de población que solo alcanza la cuarta parte, también respecto de la media estatal.
Hoy, más que nunca, Casado depende de la paciencia que decidan tener con él los líderes del PP que gobiernan en CC.AA. y grandes ayuntamientos.
Y Pedro Sánchez solo puede pensar en Catalunya.
Demostrada la disponibilidad del presidente a decir lo que le conviene en cada momento y asegurada la continuidad de su gobierno por la imposibilidad de componer una mayoría alternativa en el Congreso, él ya solo piensa en las próximas elecciones catalanas, una vez que el TS ha realizado su trabajo, que cuanto le delató su propia frase, anterior incluso a la sentencia, cuando en La Sexta dijo que “la inhabilitación de Torra era absolutamente innecesaria” (la negrita es mía, pero es que siento vergüenza ajena).
Pero lo cierto es que desde el españolismo* de izquierdas y de derechas no dejan de presionar para que en Catalunya se convoquen elecciones antes de que finalice la legislatura, por mucha pandemia que aconseje reducir el contacto social a lo imprescindible.
Tiempo habrá para este asunto, pero si yo fuera candidato independentista dedicaría la mitad de la campaña electoral a repetir las frases de los españolistas de todas las tendencias, entre las que no podrán faltar las de Díaz Ayuso y Salvador Illa, más convincentes que cualquier otro argumento para romper con España y Madrid, una vez demostrado que son la misma cosa.
(*) Sin maldad, “españolista” es el que defiende la unidad de España, incluidos los que se pasan.
Domingo Sanz