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domingo, abril 28, 2024
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El consuelo de las almas

El comportamiento homosexual en los animales toma formas distintas según sea un tema de afectos, sexo, unión de pareja, crianza, etc…  Muchas especies lo muestran sin más implicaciones; las motivaciones han sido y siguen siendo poco conocidas, y es con la palabra que podemos observar fuertes reticencias.

Entre pájaros y mamíferos la cuenta gay es incalculable. El cortejo, la monta y la penetración han sido observadas en los carneros y las ovejas, en el bisonte, en los simios, el delfín, el elefante, las jirafas, la hiena, entre leones, perros, patos, cisnes, pingüinos, gaviotas, buitres y palomas, también en lagartijas; moscas, libélulas, chinches, arañas… Somos animales con dos espíritus.

La ciencia ha tratado la cuestión como un tema tabú, tal vez por una confusión “inocente”, por miedo al ridículo o a la agresión (según cada comunidad). Sin embargo, se trata de un territorio, este, en el que nadie debería arrogarse una verdad razonable. Un discurso cargado  de prejuicios en ciertas instituciones delata fuentes poco fidedignas, dedican el suficiente dinero para difundirlas en las pantallas o en templos y decir las cosas como les apetece (ningún diario afín al centro-izquierda en 12 comunidades autonómicas). Está demostrado que es una cuestión llena de supuestos falsos, que ilumina el absurdo con luz distinta, confusa, perpetuamente inacabada, buscando que los que se burlan de esas patrañas caigan de boca y se rompan los dientes (la risa, es una expresión que fue considerada durante siglos un instrumento del mal).

El Papa Francisco opinó que la Iglesia Católica debía acabar con la criminalización de las relaciones diferentes: «Todos somos hijos de Dios, Él nos ama como somos”. No es de extrañar que haya sacerdotes que recen para que el «Papa pueda ir al cielo cuanto antes», así se ha sabido en un espacio llamado «La Sacristía de la Vendée”. Como es conocido, Ananías (que significa “Dios es gracioso”) y Caifás, intrigaron contra el Mesías para encontrar una solución final a aquel revoltoso.

Ser homosexual no es una infamia. Muchos líderes religiosos trabajan para acercar la relación entre LGBTQ+, sus familias y la iglesia, pero lo que se difunde sigue siendo todo lo contrario. Para una parte del catolicismo, son actos y conductas que “constituyen un grave pecado mortal que atenta contra el orden natural de la sexualidad humana creado por Dios”. Ser gay es una infracción. Durante siglos han encontrado una manera de usar la religión y la Biblia como una excusa para odiar, atacar y excluir. ¿Hasta cuándo una iglesia mundial ultra?

Lo cierto es que hemos ido desarrollando códigos y normas para definir nuestros comportamientos, y ahí muchos meten mano. Nos hicieron creer que eran fuente de sabiduría, machacaron derechos elementales en aras de proteger al grupo que más les convenía. La incultura es el peor abismo (igual que el negocio del patriotismo), una tensión acumulada que sigue lastrando la opinión para que la aceptemos sin rechistar.

Francesc Reina

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