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miércoles, abril 24, 2024
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Vergüenza

El filósofo Gilles Deleuze recordaba al escritor judío Primo Levi cuando hablaba de la necesidad vital que tenemos de sentir vergüenza para resistirnos al horror de la estupidez humana. 

Las políticas antimigratorias, el gasto armamentístico, los modelos pesticidas de agricultura industrial, han declarado la guerra a los seres vivos, son contrarios a la evolución de las especies. Pero nadie es una isla por si misma, somos una pieza más del continente, una parte del océano. La magia de la sincronicidad reside en el secreto de adivinar el futuro mirando las abejas, el comportamiento de los pájaros y el movimiento de las nubes. Todo está conectado.

En este planeta hay muchos conflictos armados (algunos aparcados, otros ignorados), muchos países implicados, muchos intereses económicos; parece como si alguien se aprovechara para exaltar sentimientos de odio y superioridad, como si quisieran sacar rédito de los llantos, las explosiones, las injusticias, el dolor, el temor, la desesperanza, recogiendo balas, rencores, golpes y llantos de ancianas huérfanas, heridas grandes, bombardeos asesinos, inocencias acuchilladas, sangre de los mapas…

Sin embargo, el último tabú que quedó después de la segunda guerra mundial es un episodio aún silenciado, posiblemente por su cercanía a nuestra realidad; parece que  estamos cruzando el umbral.

Hitler se suicidó en el Berlín de 1945, pero su gesto, y el de su mujer, provocaron un efecto dominó por lo que no fueron los únicos que decidieron acabar con sus vidas; aquello fue un hecho que se ha llegado a definir como una“epidemia”. Con la caída del régimen nazi, miles de familias alemanas se ahorcaron, se envenenaron o ahogaron, arrastraron con ellas a bebes, pequeños, adolescentes, ancianas, miles de mujeres se quitaron la vida después de ser violadas… Muchas de estas muertes fueron provocadas por el terror ante el avance de las tropas soviéticas, pero también por los sentimientos de culpa, aunque, como suele suceder, la explicación no es tan sencilla. En “Prométeme que te pegarás un tiro”, Florian Huber intentó explicar la psique de un pueblo que pasó en pocos años de estar en la cima del mundo a lo más hondo del abismo.

El patriotismo puede llegar a no ser el mejor compañero de viaje (valgan los últimos ejemplos televisivos, algo es algo). El nobel Albert Camus llegó a decir que quería demasiado a su país para ser nacionalista.

Francesc Reina

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