…porque ni convirtiendo en cárceles todos los hoteles de ese “Madrid que es España” cabrían en la capital tantos incumplidores de las leyes como lo fueron quienes votaron aquel 1 de octubre de 2017 por toda Catalunya, incluidos muchos “de adopción” que, sin dejar de amar las culturas de allí donde nacieron, lo que no quieren es saber nada de las maneras que se gastan los del Reino y prefieren una República independiente, por favor, pero lo antes posible.
Por tanto, “o todos o ninguno” cuando se trata de lo mismo. Es lo que tantas veces hemos dicho y que tras las elecciones del 23 de julio se llama amnistía.
Siguiendo con las frases compartidas, somos tan difíciles las personas que, aunque valoramos la sabiduría popular que hemos construido tras siglos de aciertos y tropiezos y que aplicamos para no pagar “más por la salsa que por el pescado” si estamos a solas con nosotros mismos, resulta que nos olvidamos de ella en cuanto nos agrupamos.
Tal parece que en esos momentos de éxtasis colectivo necesitamos demostrar que somos “más chulos que un ocho” y rápidamente recuperamos viejos odios. Acto seguido tomamos decisiones mal paridas que vestimos de legalidad vigente con el formato que convenga, que siempre hay quien lo inventa, y nos ponemos la venda en los ojos para derrotar sin miramientos, y si es posible humillándolo, a un adversario al que hemos convertido en enemigo porque no era tan “una” y tan “grande” como nosotros.
Ningún poder político que pueda pensar que tiene al judicial de su parte llevará ante los tribunales a un adversario “menor” si no está seguro de conseguir contra él una sentencia ejemplar, a ser posible de “muerte institucional”. Sigue cien por cien vigente aquella “puerta de atrás” para controlar la Sala Segunda del Supremo de la que el senador Cosidó informó por sms al resto de los del PP y, si no, que se lo pregunten a los miembros del CGPJ que siguen sin dimitir. Su presidente okupa acaba de declarar que está en contra de la amnistía, que casualidad.
En “Solo faltan doce días”, Elisa Beni nos dice lo que sin duda ha guiado a Puigdemont para determinar que la amnistía es su condición para quien quiera la investidura: “Una amnistía solo puede traducirse como un reconocimiento del abuso de la justicia penal por parte del Estado”.
Exactamente en eso, salvando todos los grados y distancias, es en lo que más se parecen la “amnistía” de la primera Transición con la de esta segunda, y no es necesario recordar aquí que “de la ley a la ley” fue el cuento chino que nos colaron, también los padres de la Constitución, para salvar del más que merecido castigo (que como mínimo, debería haber supuesto inhabilitación para cualquier empleo público), a todos los implicados a fondo con la dictadura franquista. Si, fue con una “ley de punto final” a la que llamaron “amnistía”.
Por tanto, “tengas juicios y los ganes” pero, aunque la democracia contemple también los caminos avalados por la sabiduría popular para resolver conflictos, quienes mandan se miran entre ellos y deciden que “¡¡¡A por ellos!!!”.
Así ocurrió con el TC en 2010, y cuantos se arrepienten ahora por haber olvidado entonces el riesgo “a posteriori” de lo jurídico. Y así volvió a ocurrir con la sentencia de la “casual” Sala Segunda del TS contra Junqueras y los suyos
Y como en algunas ocasiones la Justicia no está disponible para unas prisas, estos días han elegido lo de convocar a las masas abanderadas por tercera vez, aunque cambiando el escenario para que no parezca lo que es.
En febrero de 2019 juntaron a 45.000 personas en la Plaza de Colon contra los contactos que el Gobierno de Sánchez había iniciado con la Generalitat cuando la presidía Torra. Dos meses después, entre los tres convocantes consiguieron 147 escaños, a 29 de la mayoría absoluta y, si la memoria de la hoja de cálculo no me engaña, menos que nunca de los conseguidos por todas las derechas españolistas, juntas o separadas, desde hacía 20 años.
En junio de 2021 consiguieron reunir, en la misma plaza y siempre según la guardia urbana, a 25.000 personas contra los indultos a los independentistas. No consiguieron nada, pero, aunque cayó por atreverse contra Díaz Ayuso, menos de un año después Pablo Casado ya no era el presidente del PP.
Y ahora mismo, de la concentración que el PP ha convocado contra la amnistía para dos días antes de su intento de investidura, lo único que nos queda por saber es si la han convertido a toda prisa en un mitin de partido porque Felipe González y Alfonso Guerra han llamado a Feijóo para decirle “dos cositas”: “la primera”, que ese día tienen anotado en la agenda un dolor de cabeza y, “la segunda”, que están de acuerdo con un nuevo intento para acabar con Pedro Sánchez, pero nada de salir en unas fotos que puedan mostrar lo que piensan.
Comenzaré terminando con una buena noticia, por si usted no se ha enterado.
Esos políticos a quienes tanto les importa la economía que incluso aprobaron un decreto tras el 1-O de 2017 para que las grandes empresas salieran huyendo de Catalunya, no deben preocuparse por los efectos que la amnistía pre pago marca Puigdemont pueda estar teniendo en la confianza de los inversores, personas que sí se juegan su dinero cuando toman decisiones.
Resulta que, desde el día siguiente al de la comparecencia de Puigdemont hasta hoy, el Ibex 35 no solo no se ha hundido, sino que ha subido un 1%. En cambio, el CAC 40 francés solo ha subido un 0,3% y el DAX 30 alemán ni eso, pues solo ha conseguido empatar. Este éxito me recuerda otra declaración institucional también de Puigdemont, la que consiguió que el mismo Ibex 35 recuperara en un día 2,51 puntos de los 2,85 que había perdido el día anterior, tras los nueve minutos que un tal Felipe VI decidió aparecer por televisión para dejar herido de “muerte” a Rajoy, por blando, y advertir, sin decirlo, que el JEMAD le había propuesto un plan. Y para los que siempre sospechan, aquellos dos días los balances de las bolsas europeas no tuvieron nada que ver con los de la española.
Escribí hace poco “Yolanda sí se atreve con Puigdemont” tras un animado café con amigos en una calle muy agradable convertida en peatonal por un gobierno que, poco después, no consiguió volver a llenar de contaminación otro de signo contrario y formado por defensores de las cuatro ruedas hasta para ir a mear. Con ello incumplieron una promesa electoral que, en cambio, sí les sirvió para conseguir unos cuantos votos de los irreflexivos.
Hoy acabo de escribir “Tengas juicios…” tras animada charla en un bar mediterráneo y con ánimo de convencer a mi candidato favorito para que presida la república de “a la tercera va la vencida”, porque ya vive en millones de cabezas, aunque ellas no lo sepan. Sospecho que piensa que, en ocasiones, hay sentencias que solo sirven para multiplicar los problemas.
Quizás esta vez, ante una nueva ronda de la política importante que podría cerrar una página de nuestra historia para abrir otra mejor, puedan ganar quienes sean capaces de no olvidar que existe una cosa llamada sabiduría popular.
Domingo Sanz