Se llaman comunidades de aprendizaje a grupos de personas que trabajan mano a mano, en colaboración, para alcanzar metas comunes; compartiendo conocimientos y experiencias en entornos propicios para un diálogo lo más igualitario posible. Se basan en la idea de que la participación es la clave para la convivencia.
Creer que la escuela es el único lugar donde se enseña y se aprende es quedarnos seducidos mirándonos el dedo. Para sobrevivir, para crecer, todo grupo natural necesita aplicarse. La educación va de cómo ayudar a adquirir hábitos, y por eso es necesario ejercitar la memoria pues la autonomía nos ha llegado a través de la obediencia; pero, para organizarnos –para saber mandar– la cosa se complica. Se trata de ver lo que es eficaz en lo que hacemos, ajustarse a las necesidades, evaluar los avances… Los liderazgos repartidos, las juntas de coordinación, los equipos directivos son ejemplos de talento cuando están bien distribuidos y abonados de valores sobre justicia: identificación de conflictos, confianza mutua, capacidades para ejecutar: detectar-rechazar-aceptar-corregir…
Todo lo que nos rodea se ha logrado a base de solucionar los retos del día a día; habrá que reparar en que la toma de buenas decisiones no es sólo una tarea cognitiva, sino que va unida a una maleta cartográfica cargada de recursos afectivos, ejecutivos y cívicos. Convertirlo todo en un tema puramente técnico no es bueno ya que con ello se amplía el ámbito de lo problemático (no olvidemos que nos movemos por deseos y emociones).
Los palacios del pueblo son esas entidades, instituciones, clubs, grupos, asociaciones, organizaciones (deportivas, religiosas, profesionales, académicas, escolares…) que trabajan contra la indiferencia; ágiles para superarse, competentes para pensar por sí mismas; porque saben que reflexionar es el primer paso para vivir mejor. Hay quien nos hace ver que somos racionales, altruistas, libres e independientes, pero lo cierto es que somos egoístas, subordinados, tribales (suficientemente demostrado); por eso es aconsejable no dejar de recordar las luchas y desafíos que hemos heredado -gracias al esfuerzo de otros- y que son un legado para encontrar sentido a nuestra existencia.
Aunque todavía sabemos poco de cómo funciona nuestra mente, nos consta que podemos resolver las contradicciones con una comunicación abierta: intercambio de percepciones-exposición de dudas-transparencia y responsabilidad. Erradicar la ignorancia con respeto y compromiso; porque tejer las costuras de la sociedad es hacer frente al aislamiento, convertir las preguntas en objetivos y respuestas intercambiando prácticas que nos ayuden a avanzar.
Sin embargo, peligrará el progreso si no sabemos discernir cuando lo hacemos bien o mal (no hay evolución sin consenso). Nuestras dificultades no son por falta de acceso a la información, sino a la oportunidad de traducir esta información en soluciones. Pero volvamos a lo de antes… Decidir está sometido a un dilema entre determinaciones racionales y preferencias individuales, lo que no nos asegura la consistencia de actuar correctamente. Aunque, cuando un sistema educativo, sanitario y de protección funciona, se debe a que ha aumentado la gestión comunitaria al vigilar su calidad para satisfacernos-
El arte de buscar-encontrar (Aristóteles) es una luminosa definición de la función de los movimientos sociales, agencias educativas que cumplen con argumentos-ejemplaridad-paciencia; estímulos innovadores que se necesitan para lograr el bien común. Cuando nos asociamos, brota la creación de la enseñanza colectiva.
Francesc Reina


